Grandes esperanzas: 31
Grandes esperanzas
de Charles Dickens
Capítulo XXXI
A nuestra llegada a Dinamarca encontramos al rey y a la reina de aquel país sentados en dos sillones y
sobre una mesa de cocina, celebrando una reunión de la corte. Toda la nobleza danesa estaba allí, al
servicio de sus reyes. Esa nobleza consistía en un muchacho aristócrata que llevaba unas botas de gamuza
de algún antepasado gigantesco; en un venerable par, de sucio rostro, que parecía haber pertenecido al
pueblo durante la mayor parte de su vida, y en la caballería danesa, con un peine en el cabello y un par de
calzas de seda blanca y que en conjunto ofrecía aspecto femenino. Mi notable conciudadano permanecía
tristemente a un lado, con los brazos doblados, y yo sentí el deseo de que sus tirabuzones y su frente
hubiesen sido más naturales.
A medida que transcurría la representación se presentaron varios hechos curiosos de pequeña
importancia. El último rey de aquel país no solamente parecía haber sufrido tos...
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