Grandes esperanzas: 05
Grandes esperanzas
de Charles Dickens
Capítulo V
La aparición de un grupo de soldados que golpeaban el umbral de la puerta de la casa con las culatas de sus armas de fuego fue bastante para que los invitados se levantaran de la mesa en la mayor confusión y para que la señora Joe, que regresaba a la cocina con las manos vacías, muy extrañada, se quedara con los ojos extraordinariamente abiertos al exclamar:
— ¡Dios mío! ¿Qué habrá pasado... con el... pastel?
El sargento y yo estábamos ya en la cocina cuando la señora Joe se dirigía esta pregunta, y en aquella crisis recobré en parte el uso de mis sentidos.
Fue el sargento quien me había hablado, pero ahora miraba a los comensales como si les ofreciera las esposas con la mano derecha, en tanto que apoyaba la izquierda en mi hombro.
— Les ruego que me perdonen, señoras y caballeros -dijo el sargento-; pero, como ya he dicho a este joven en la puerta - en lo cual mentía -, estoy realizando una investigación en...
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