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Gloria Segunda parte - Capítulo XXXI de Benito Pérez Galdós Mater amabilis Había huido a las doce, valiéndose de los mismos medios que empleara algunas noches antes. El profundo sueño de Francisca favoreció su evasión del cuarto, y las llaves que guardaba le abrieron las puertas de la casa. Iba ligeramente vestida y con la cabeza mal cubierta por un pañuelo. Andaba cautelosamente al recorrer la casa; pero con firmeza, derecha a su objeto, sin vacilar, con marcha y ademán que indicaban enérgica resolución. Cuando se vio en campo libre, dijo: -Corre, alma mía, corre. Y con pie ligero avanzó a la carrera por el camino real. Su vestido claro, flotando al viento, dábale aspecto de una medrosa aparición de la noche. Agitado su aliento por la velocidad de su marcha, tuvo que detenerse y dijo: -¡Oh qué lejos está Villamores!... No es todavía... Yo creí que llegaría de una carrera, pero es más allá... más allá... detrás de aquella piedra. De nuevo emprendió...

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