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Gloria Segunda parte - Capítulo XXX de Benito Pérez Galdós La visión del hombre sobre las aguas Gloria y sus tíos subieron tan taciturnos los cuatro, que parecían estatuas movibles. Por la fisonomía de cada uno podía colegirse el estado de su alma. Serafinita y el arzobispo oraban, D. Buenaventura renegaba. Gloria sonreía, y al mismo tiempo su palidez tomaba un tinte cadavérico. Al entrar en su cuarto se sentó entre Serafinita y el prelado, cada uno de los cuales le tomaba una mano. -¿Qué tal te encuentras, chiquilla? -dijo Su Eminencia tratando de dar un giro festivo a la situación. -Muy bien, tío. -Mira tú por dónde ha venido a resultar que escogieras el camino más corto para llegar al Cielo -añadió D. Ángel-. Dime la verdad, ¿está tu alma tranquila? -Sí señor, me parece que tengo tranquilidad, o una cosa que es como la tranquilidad -dijo Gloria oprimiéndose el pecho. -¿Estás contenta? -Sí señor. Cuando dije lo que puso fin a las cuestiones, lo...

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