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Gloria Segunda parte - Capítulo VIII de Benito Pérez Galdós El Salvador en la calle Lucía sol espléndido cuando la procesión salió a la calle. Alzadas las andas sobre los robustos hombros, descollaba entre la multitud de cabezas descubiertas y entre el movible bosque de gallardos palmitos el asna que sostenía al Salvador del mundo. La hermosa cabeza de este, animada de celeste expresión vital por la inspiración del artista, era centro de las miradas y de la atención del devoto pueblo. Aquel Señor tan bueno, tan hermoso, tan amigo de Ficóbriga, parecía sonreír a sus amados hijos y decirles: «Al fin estoy otra vez entre vosotros, queridos míos». El que entró en Jerusalén saludado por el hosanna y las aclamaciones de triunfo, no podía ser de otra manera que aquel tan bello y afable, con su rizada barba, sus ojos que miraban como sólo puede mirar el que después de haber fabricado los mundos, vio que eran buenos; su delicado perfil y las graciosas bandas de...

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