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Gloria Primera parte - Capítulo XXXII de Benito Pérez Galdós Los cazadores de votos Llegó la víspera de Santiago, y no eran las nueve de la mañana cuando oyose gran vocerío en la casa de Lantigua. Echose fuera de su despacho D. Juan, creyendo que había estallado un motín en su vivienda; mas se tranquilizó viendo que toda aquella algazara la hacía D. Silvestre Romero, gritando: -¡Ganamos las elecciones! ¡Ganamos las elecciones! Aquella vigorosa y sensual cara de emperador romano despedía fulgores de triunfo y alegría. Venía juntamente con Romero su amigo Rafael del Horro, candidato triunfante, a quien también le rebosaba el gozo por los ojos. No les había abrazado aún D. Juan, cuando empezaron a contarle los graciosísimos lances de la lucha, que salpimentados con mil donosas ocurrencias del cura, hacían morir de risa. -Si no fuera porque es caro, inmoral y pernicioso -decía del Horro desprendiéndose de su abrigo de viaje-, esto que llaman juego...

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