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Gloria Primera parte - Capítulo XXIX de Benito Pérez Galdós Se fue Al día siguiente muy de mañana, las persianas del cuarto de Gloria se abrieron de par en par, y la luz penetró a punto que ella se asomaba. La doncella esparció su vista por el campo y la villa, y deteniéndola en los árboles del cementerio, pensó así: -Ahora, hermanitos míos, vosotros sois mis únicos amores. No lejos de la ventana, corría el camino real y por él los hilos del telégrafo, que plantaba a lo largo sus escuetos postes a distancias iguales que parecían pasos. En los alambres venían a posarse todas las mañanas algunos pájaros, que habían encontrado muy bueno aquel casi invisible punto de descanso en medio de los aires, y después allí parece que contemplaban la casa y la ventana abierta, donde la señorita de Lantigua aparecía temprano a saludar el día y bendecir a Dios. Esta no creía que aquellos graciosos seres fueran las almas de sus hermanos juntas con las de otros...

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