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Gloria Primera parte - Capítulo X de Benito Pérez Galdós D. Ángel de Lantigua, obispo de *** El obispo parecía un niño grande. Su cara redonda, sonrosada y siempre risueña se destacaba entre la ampulosa envoltura episcopal y bajo el sombrero verde, respirando profundo gozo de espíritu, benevolencia, paz completa con la conciencia y relaciones perfectas con Dios. Era hombre que por natural impulso de su sano corazón se inclinaba a suponer lo bueno en todo. Sus estudios, su experiencia, su confesonario le enseñaban que había malvados en el mundo; pero siempre que hablaba con alguien, decía para sí: «¡Qué buena persona, qué excelente sujeto!». Como una luz alumbra cuanto la rodea, así su corazón proyectaba las claridades de la bondad sobre los que se le acercaban. Era incapaz de tener un mal pensamiento acerca de individuos conocidos, y cuando oía hablar de las picardías de algún desconocido, no omitía decir cualquier palabra en defensa del ausente. Su...

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