En la sangre:XXVIII

En la sangre - Capítulo XXVIII de Eugenio Cambaceres Tal cual habíaselo imaginado y lo anhelaba, un día de fiesta, en que, por excepción, llegó a ser más numerosa la asistencia, oyó Genaro que murmuraba la madre de Máxima al cruzar junto a él: -Me sentaría, ¿dónde, si están todos llenos los asientos? -Aquí, señorita... permítame señora... -diose prisa a exclamar aquél poniéndose de pie bruscamente. -No señor, de ningún modo..., ¿y usted? -¡Oh! yo... no se ocupe usted de mí. -Es mucha amabilidad, mucha galantería la suya y le agradezco y acepto, señor, porque me siento de veras algo fatigada. ¿Acababa de hablar la vieja sin echar de ver que se hallaba cerca de él, o con su intención lo había hecho, cansada de andar rodando, se había valido de ese medio para que le cediese el asiento? Casualidad o no, ¿qué le importaba?... Estaba rota la escarcha, había pasado el Rubicón, ¡podía apretar ahora las clavijas!... Y a pretexto una vez más...

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