En la sangre:XXIII
En la sangre - Capítulo XXIII
de Eugenio Cambaceres
Ocho días, ocho mortales días debían pasar durante los cuales se hallaría su nombre en la picota, escrito con todas las letras sobre un pliego de papel, en un lugar visible, expuesto a las miradas de todos... Era obligatorio, era de reglamento eso, habíale dicho Carlos.
¡Bien haya!... ¡y tanta antipatía, tanta mala voluntad que le tenían!...
Si por el solo placer, por el solo prurito de causarle daño, alguien, alguno de sus conocidos, de sus antiguos compañeros de aula, fuese a hacer su triste historia, a revelar su vida y milagros en el seno de la comisión, su familia, su padre, su madre, su infancia, el conventillo de la calle San Juan, todo ese pasado de miseria y de vergüenza, el cuento en fin del chino del mercado, repetido de boca en boca, público, proverbial entre los estudidantes de la Universidad, todo sería sacado a colación, todo, con pelos y señales, saldría a luz... ¡lo hundirían con eso... lo...
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