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Capítulo IV 20 Pág. 20 de 21 En la carrera- Tercera parte Felipe Trigo «¡Trabajaré!»... «¡Me sostendré con mi esfuerzo!»...«¡La sostendré de mi esfuerzo!»... ¡Oh, qué fácil esto para afirmado en voluntad..., y luego qué imposible! Esteban volvía a su casa desalentado, triste, con un nuevo Madrid en el corazón, con un nuevo Madrid que él no conocía: el de lujo, cuyos coches no se paran porque alguien cruce muriéndose de pena; el de la tremenda injusticia, que no le da trabajo al que quiere trabajar, ni vida al que pide por Dios para su amada. Espléndida de noche, bajaba el mísero la calle de Alcalá con su dolor insultado por la alegría de los cafés y de las gentes que iban a pasear a Recoletos. No comprendía este gozo y huía de él, rechazado. Encastillábase, por hallarlo menos cruel, en la atroz voluptuosidad de su tortura. Pensaba cómo su madre..., en cómo una madre buena pudiera tomarse así el peor verdugo del hijo, carne de su...

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