En la carrera: 07

Capítulo VII 07 Pág. 07 de 21 En la carrera- Primera parte Felipe Trigo Y esta noche, al volver, Esteban por sí propio comprobaba que hay un grado de la dicha que llega hasta el tormento. Sus labios traían la quemadura de un ascua fresca de la gloria. Fueron besos en la mano llena de sortijas, cuando ella se entreasomó al pasillo a despedirle. La mano resistió, pero... ¡entregada! Daban las tres. Cogió el dichoso la gardenia -la pobre gardenia de diez días, que ya sólo era un despojo- y desde la solapa la guardó eucarísticamente en el baúl. Se apoyó en las barras de la cama, y quedóse absorto, abrumadísimo. No había cenado en casa. Vio dos cartas sobre un fémur. Eran de su madre y de la novia. Las cogió, rompió los sobres, las miró..., no pudo decir que las leyó. ¡Cuán lejos todo eso! Empezó lentamente a desnudarse. Se olvidaba, y sorprendíase tirando de una bota sin haberla desabrochado. A los tres botones volvía a pararse. «¡Sí, los...

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