En la carrera: 03

Capítulo III 03 Pág. 03 de 21 En la carrera- Primera parte Felipe Trigo Lunes, al fin. Pero... ¡las once! El perínclito Mesonero Romanos volvió a acurrucarse debajo de las sábanas, un momento despertado por Esteban, y éste se levantó con enorme voluntad. Sintió en el comedor a la Burra y a Cerrato, que almorzaban de vuelta de unas clases para ir a otras, y almorzó también. Doña Rosa, enlutada y triste, viuda con un chico, y a quien todavía un ojo le lloraba, dábale al nuevo huésped consejos: -Usted, don Esteban, no debe hacer la vida que esos otros. Júntese aquí con don Luis y don Manuel -claro es que ella decíale su propio nombre a la Burra-, que son formales. ¡Ah, si supieran sus pobres madres de ustedes! Casi una madre le pareció al joven, en su honrada emoción de hoy, esta señora grave, alta, seca, medio cana. Margot, además, no estando los otros, servía los platos con muy dulce honestidad, y el comedor mismo recibía del hondo patio un...

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