En la carrera: 02

Capítulo II 02 Pág. 02 de 21 En la carrera- Primera parte Felipe Trigo A las doce le despertó una estruendosa música veloz como de piedras. Fue al gabinete y miró por la entreabertura del balcón: era un piano de manubrio. Se vistió, respetando el sueño de Eduardo, en esta alcoba, y el de los demás en las demás, y almorzó solo y salió sin compañía. Iba a telegrafiarle a su madre la llegada. La precisa dirección del telégrafo se la había dado doña Rosa, quien le advirtió también que «por una peseta podría volverse en coche desde cualquier parte, en caso de extravío»... Lo primero que le volvió a chocar fue la altura de las casas. Luego, la gente y las enormes lunas de las tiendas. Bien pelados los hombres, bien peinados y con impecable pulcritud en los cuellos y las botas. Las mujeres, muy blancas, lucían, jóvenes y viejas, cuerpos airosos. En Badajoz, fuera de un pequeño grupo que tenía fama de elegante, solían verse bigotes sin rizar y...

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