Electra: 49
Electra
de Benito Pérez Galdós
Escena VI
EVARISTA, PANTOJA, que en actitud de gran cansancio y desaliento se arroja en el banco de la izquierda, primer término.
EVARISTA.- ¿Pasamos a casa?
PANTOJA.- No: déjeme usted que respire a mis anchas. En la iglesia me ahogaba... El calor, el gentío...
EVARISTA.- Hará que le traigan a usted un refresco... ¡Balbina!
PANTOJA.- Gracias.
EVARISTA.- Una taza de tila...
PANTOJA.- Tampoco. (Sale BALBINA. La señora le da la mantilla, que acaba de quitarse, y el libro de misa, y le manda que se retire.)
EVARISTA.- No hay motivo, amigo mío, para tan grande aflicción.
PANTOJA.- No es mi orgullo, como dicen, lo que se siente herido: es algo más delicado y profundo. Se me niega el consuelo, la gloria de dirigir a esa criatura y de llevarla por el camino del bien. Y me aflige más, que usted, tan afecta a mis ideas; usted, en quien yo veía una fiel amiga y una ferviente aliada, me abandone en la hora...
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