El tulipán negro: Capítulo XXXIII

El tulipán negro Capítulo XXXIII: Conclusión de Alejandro Dumas Van Baerle, conducido por cuatro guardias que se abrían camino por entre el gentío, atravesó oblicuamente hacia el tulipán negro, al que devoraban sus miradas cada vez más próximas. La vio por fin, la flor única que debía, bajo unas combinaciones desconocidas de calor, de frío, de sombra y de luz, aparecer un día para desaparecer para siempre. La vio a seis pasos; saboreó sus perfecciones y sus gracias; la vio detrás de las jóvenes que formaban una guardia de honor a esta reina de la nobleza y de la pureza. Y, sin embargo, cuanto más se aseguraba por sus propios ojos de la perfección de la flor, más sentía desgarrado su corazón. Buscaba a su alrededor para formular una pregunta, una sola. Mas por todas partes veía rostros desconocidos; por todas partes la atención se dirigía hacia el trono en el que acababa de sentarse el estatúder. Guillermo, que acaparaba toda la atención, -se levantó,...

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