El tremedal

El tremedal de Mauricio Bacarisse  En la sala lijosa del burdel repugnante hay un enorme gato que duerme en la tarima, unos muebles muy sucios, un reló sollozante y un cromo de la Virgen con una cruz encima.  Al amor del brasero, un conjunto gregario de grofas se calienta las manos ateridas, esas manos que ofrecen un beso mercenario en las encrucijadas de las calles perdidas.  ¡Oh, los dedos dormidos como sierpes hipnóticas recibiendo los besos cordiales de la lumbre, garfios siempre propicios en las noches caóticas -como las pesadillas llenas de pesadumbre- a invitar a una gorja de miseria y de olvido!  Una vieja buscona, solemne, ha removido las ascuas rutilantes con la negra badila, y en un rojo arabesco, cual reptil retorcido, se ha reflejado el fuego sobre cada pupila. En la ceniza pálida hay ojos de animales... Brillan los tizoncillos cual granates tallados, y trazan unas grecas de audaces...

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