El sombrero de tres picos: 31
XXXI: La pena del talión 31
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El sombrero de tres picos
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-¡Mercedes! -exclamó el Corregidor al comparecer delante de su esposa. Necesito saber inmediatamente...
-¡Hola, tío Lucas! ¿V. por aquí? -dijo la Corregidora, interrumpiéndole-. ¿Ocurre alguna desgracia en el molino?
-¡Señora, no estoy para chanzas! -repuso el Corregidor hecho una fiera-. Antes de entrar en explicaciones por mi parte, necesito saber qué ha sido de mi honor...
-¡Ésa no es cuenta mía! ¿Acaso me lo ha dejado V. a mí en depósito?
-Sí, Señora... ¡A V.! -replicó D. Eugenio-. ¡Las mujeres son depositarias del honor de sus maridos!
-Pues entonces, mi querido tío Lucas, pregúntele V. a su mujer... Precisamente nos está escuchando.
La señá Frasquita, que se había quedado a la puerta del salón, lanzó una especie de rugido.
-Pase V., señora, y siéntese... -añadió la Corregidora, dirigiéndose a la Molinera con dignidad soberana.
Y, por su parte,...
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