El sino: 11

El sino Capítulo XI de Joaquín Dicenta Vida feliz la de Anatolio en aquel nicho que la buena de su mujer le había alquilado por diez años. Mientras el difunto se entregaba á éxtasis deliciosos, su cuerpo iba descomponiéndose lentamente, sin que su descomposición perturbara el recogimiento. Hasta los gusanos comían silenciosos, sin molestar. Por fin, el hombre caracol, la criatura ostra, había encontrado lugar en consonancia con sus aficiones y aptitudes. Ajustado el ataúd entre las paredes del nicho; ajustado el cuerpo entre los tablones del ataúd, ni á vaivenes ni á golpetazos tenía que temer. Allí moraba libre de todo ruido y de toda importunidad. Allí no había chiquillos gritones, ni mujer cantarina, ni cuñada histérica, ni suegra asmática. Allí no venían carboneros, zapateros y tenderos de comestibles. Cuando venían lo realizaban en clase de cadáveres sin recibos y facturas entre las manos; allí no había campanillas; allí no se alzaban las...

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