El Señor de Bembibre:26

El Señor de Bembibre Capítulo XXVI de Enrique Gil y Carrasco Buen rato antes de que asomase por entre las nieblas del oriente la aurora pálida y descolorida de aquel día en que debían suceder tantos casos lastimosos, don Álvaro, seguido de una gran tropa de caballeros, bajó por aquella escalera que sola otra vez y con tan distintas esperanzas había pisado. Los caballos llegaron también sin trabajo a la orilla del torrente, que entonces corría con tremendo estrépito, muy a propósito para ocultar su marcha. Emprendiéndola callados y atentos al inminente riesgo que les cercaba, porque caminaban por una ladera gredosa y escurridiza y por una senda estrecha y tortuosa al borde mismo de los enormes barrancos que excava aquel regato poco antes de entrar en el Sil. Desfilaban uno por uno con gran peligro de ir a parar al fondo al menor resbalón y con otro no menor de ser descubiertos en tan apretado trance por el relincho de un caballo; pero estos generosos animales, como...

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