El Señor de Bembibre:23

El Señor de Bembibre Capítulo XXIII de Enrique Gil y Carrasco A los tres días de los sucesos que acabamos de referir, pareció el buen Millán por Arganza a dar cuenta a Martina del arreglo que iba poniendo en las haciendas que su amo le había legado. Venía entonces de las montañas muy satisfecho de sus tierras, y de algunas reses que había comprado, con las cuales pensaba beneficiar sus praderas y juntar un caudal que ofrecer a su futura en cambio de su blanca mano y de su cara de pascua. Algo desasosegado le traían los rumores de guerra que comenzaban a correr a propósito de los templarios, pero contaba con el favor de Dios y sobre todo se echaba la cuenta de tantos otros que, acometiendo empresas descabelladas, creen responder a todo con el refrán de que «el que no se arriesga no pasa la mar». Así pues, no es maravilla que se presentase contento y alegre en una casa de donde se había huido la poca alegría que quedaba. -¡Ay, Millán de mi alma! -exclamó...

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