El Señor de Bembibre:22

El Señor de Bembibre Capítulo XXII de Enrique Gil y Carrasco Un natural menos ardiente, un alma menos impetuosa que la del señor de Bembibre no hubiera adoptado probablemente tan temeraria determinación como era la de entrar en el Temple, cuando cielo y Tierra parecían conjurados en su daño; pero el vacío insondable que había dejado en su corazón el naufragio de su más dulce y lisonjera esperanza, la necesidad de emplear en alguna empresa de crédito la fogosidad y energía de su carácter y más que todo quizá el deseo de venganza, fueron móviles bastantes poderosos para allanar toda clase de embarazos. La ocasión no podía brindarse más favorable, porque el triste drama de aquella milicia, religiosa y guerrera a un tiempo, tocaba ya a su desenlace. Todos los ánimos, sin embargo, estaban suspensos y como colgados de aquel extraño acontecimiento, porque la caballería del Temple contaba en España más elementos de resistencia que en nación alguna, y estos...

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