El Señor de Bembibre:21

El Señor de Bembibre Capítulo XXI de Enrique Gil y Carrasco Bien ajeno se hallaba, por cierto, el desdichado cautivo de que lejos de Tordehumos y en los montes de su país había un hombre cuyo leal corazón, desechando por un involuntario instinto, la idea de su muerte, sólo pensaba en descorrer el velo que semejante suceso encubría, y para ello trabajaba sin cesar. Este hombre era el comendador Saldaña, a quien una voz, sin duda venida del cielo, inspiró desde luego varias dudas sobre la verdadera suerte de don Álvaro. Parecíale, y con razón, extraño el empeño de don Juan Núñez en guardar el cadáver; cuando ningún deudo tenía con el señor de Bembibre, faltando en esto a la establecida práctica de entregar los muertos a los amigos o parientes, sin dilatarles la honra de la sepultura en los lugares de su postrer descanso. Por otra parte, las circunstancias que precedieron a la tragedia tenían en sí un viso de misterio que le hacía insistir en su idea, porque...

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