El Señor de Bembibre:19

El Señor de Bembibre Capítulo XIX de Enrique Gil y Carrasco Como presumirán nuestros lectores, el necio apuro del caballerizo era la causa de este desagradable accidente, pues en cuanto se despidió de los forasteros, echó a correr a la casa, esparciendo una alarma que ninguna clase de fundamento tenía. Por casualidad, el conde y su suegro, a quienes no se esperaba aquel día, habían dado la vuelta impensadamente y encontrando sus gentes un poco azoradas y en disposición de acudir al soñado riesgo de su señora, se encaminaron allá con ellos, un poco recelosos por su parte, pues la guerra implacable y poco generosa que hacían a los templarios en la opinión, y los preparativos de todo género en que no cesaban un punto, les daban a temer cualquier venganza o represalias. Cuando don Álvaro y el comendador sintieron ya cerca el tropel, como de común acuerdo se calaron la celada, y como dos estatuas de bronce aguardaron la llegada. El primero que asomó su ancha carota...

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