El saludo de las brujas: 26

El saludo de las brujas Segunda parte - Capítulo XIV de Emilia Pardo Bazán Dunsinania Tres o cuatro días hacía que Miraya, alojado en Mónaco, en el hotel donde estaban preparadas las habitaciones de su Alteza Real Felipe María de Leonato, esperaba la llegada de este, anunciada todas las mañanas por un lacónico billete, y suspendida por otro todas las tardes. El agente del ilustre hombre público Stereadi empezaba a darse al diablo. Aquellos retrasos no le hacían ni pizca de gracia, valga la verdad. ¡Sí, gracia! Hasta puede asegurarse que le desesperaban, que le sacaban de quicio. «Qué mala está de arrancar la muela», decía para sí. Y chasqueando la lengua contra el cielo de la boca, a estilo de inteligente que paladea un vino delicioso, añadía: «No es milagro. La chilenita vale un Perú. ¡Es tan gran mujer, una mujer de oro! Pero me parecía a mí que no había de ponernos dificultades; tenía yo barruntos de que cumpliría como buena hasta el fin. ¿Será...

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