El saludo de las brujas: 06
El saludo de las brujas Primera parte - Capítulo V
de Emilia Pardo Bazán
El jardín
Es cruel suplicio, para una criatura tan impulsiva como Rosario, guardar en el hueco de la mano y después en el seno un billete cuyo contenido importa más que la vida, y que no es posible leer sin demora. Para enterarse de lo que la decía Felipe, Rosario hubo de esperar la hora de recogerse. Ni en el hall, bajo la claridad delatora de los locos eléctricos; ni en el comedor, a donde la llevó del brazo su tío; ni durante la velada de familia, que se prolongó, halló ocasión de descifrar el papelito que sentía crujir bajo el corsé, encima del corazón cabalmente. Aquel día Yalomitsa se sentaba a la mesa del pintor, y con sus hábitos de desorden y sus improvisaciones de piano y de violín, encaminadas a retirarse más tarde -Gregorio era noctámbulo de profesión-, pasaba de las doce cuando sonó la queda. Al darle Rosario en la antesala el último apretón de manos, Gregorio susurró,...
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