El sabor de la tierruca: 26

El sabor de la tierruca-XXVI: De varios colores de José María de Pereda ¡Qué noche!... El tiempo pasaba; el médico no venía; Pablo continuaba agravándose, y nadie se atrevía allí a aventurar un remedio, porque el aspecto de la enfermedad ataba las manos indoctas, que bien podían dar veneno por triaca. Se entraba y se salía a cada instante, y se andaba de puntillas en la estancia a media luz; se aplicaba el oído a la agitada y seca respiración, y la palma de la mano a la ardorosa frente del enfermo; y cada acto de éstos producía una pregunta muda y anhelosa en los ojos contristados de los demás. Del cuarto de Pablo se iba a todas las puertas y ventanas que daban al corral; y por cada rendija se escuchaban los ruidos de afuera, hasta los más leves rumores..., el latir de algún perro, los golpes del pesado rodal, las esquilas de la yunta, las almadreñas del carretero, algún cantar lejano..., todo muy de tarde en tarde. Después, el silencio absoluto,...

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