El ruego

Señor, tú sabes cómo, con encendido brío,por los seres extraños mi palabra te invoca.Vengo ahora a pedirte por uno que era mío,mi vaso de frescura, el panal de mi boca, cal de mis huesos, dulce razón de la jornada,gorjeo de mi oído, ceñidor de mi veste.Me cuido hasta de aquellos en que no puse nada;¡no tengas ojos torvos si te pido por éste! Te digo que era bueno, te digo que teníael corazón entero a flor de pecho, que erasuave de índole, franco como la luz del día,henchido de milagro como la primavera. Me replicas, severo, que es de plegaria indignoel que no untó de preces sus dos labios febriles,y se fue aquella tarde sin esperar tu signo,trizándose las sienes como vasos sutiles. Pero yo, mi Señor, te arguyo que he tocado,de la misma manera que el nardo de su frente,todo su corazón dulce y atormentado¡y tenía la seda del capullo naciente! ¿Que fue cruel? ¿Olvidas, Señor que le quería?y él sabía suya la entraña que llegaba.¿Que enturbió para...

Este sitio web utiliza cookies, propias y de terceros con la finalidad de obtener información estadística en base a los datos de navegación. Si continúa navegando, se entiende que acepta su uso y en caso de no aceptar su instalación deberá visitar el apartado de información, donde le explicamos la forma de eliminarlas o rechazarlas.
Aceptar | Más información