El Príncipe y el mendigo : 29

El Príncipe y el mendigoCapítulo XXIXA Londres de Mark Twain Al terminar el castigo de Hendon en el cepo, fue puesto en libertad y se le ordenó salir de la comarca y no volver más. Le fue devuelta su espada, y también su mula y su asno. Montó y cabalgó, seguido por el rey, la muchedumbre hendiéndose con silencioso respeto para abrirles paso, y luego dispersandose cuando se hubieron ido. Pronto estuvo Hendon absorto en sus pensamientos. Había preguntas de gran importancia que esperaban respuesta. ¿Qué haría? ¿A dónde iría? Tendría que hallar ayuda poderosa en alguna parte, o de otra manera renunciar a su herencia y permanecer, además, bajo el cargo de ser un impostor. ¿Dónde podría hallar esta poderosa ayuda? ¿Dónde en verdad! Era difícil la pregunta. Pronto se le ocurrió una idea que apuntaba a una posibilidad, la más débil de las débiles posibilidades, ciertamente, pero sin embargo digna de considerarse, a falta, en absoluto, de cualquier otra que...

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