El pesimista corregido: 30
IX 30
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El pesimista corregido
Santiago Ramón y Cajal
Habían transcurrido dos años más. Juan era ya otro hombre. Trocada su psicología, corregida su conducta, el fruto no se hizo esperar.
Ganó por oposición una plaza de la Beneficencia provincial. La clientela, de cada vez más copiosa, rendíale pingües beneficios. Sus amigos, ahora muy numerosos y sinceros, rodeábanle con amor y se hacían lenguas de su bondad, discreción y talento, y hasta de sus simpáticas flaquezas y defectos. Porque Juan, de acuerdo con la sentencia de Gracián: "Ten veniales descuidos y defectos para que la envidia se cebe en ellos y no se atreva a lo mejor", fué por primera vez en su vida jovial, incorrecto, desaliñado, abandonando cierta solemne tiesura de la dicción y del gesto, así como cierto nimio y meticuloso cuidado de la sintaxis, que, sobre darle un aire de pedantismo enfadoso, robaban a sus palabras la espontaneidad y la gracia, la afabilidad y la...
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