El pesimista corregido: 11

III 11 Pág. 11 de 31 El pesimista corregido Santiago Ramón y Cajal Cuando, muy entrada ya la mañana, despertóse Juan, llamóle la atención un fenómeno insólito. Hallábanse herméticamente cerradas las ventanas y, no obstante, la luz parecía entrar sin obstáculos, filtrándose por las rendijas del balcón en áureas fajas, dentro de las cuales mariposeaban, en mareantes giros, infinidad de corpúsculos variables de dimensión y color. Eran los unos negros, opacos y esquinados como el carbón; mostrábanse otros largos, transparentes y brillantes como hilos de cristal (filamentos de lana y algodón); en fin, no pocos afectaban formas esféricas y ovoideas, diafanidad perfecta, y semejaban a esporos de mohos considerablemente amplificados por el microscopio. Todas estas flotantes partículas subían y bajaban, arremolinábanse en raudos movimientos, pasaban incesantemente de la luz a la sombra, saltaban sobre los muebles, enredábanse en la cubierta de la...

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