El pesimista corregido: 04

II 04 Pág. 04 de 31 El pesimista corregido Santiago Ramón y Cajal Transcurrieron cuatro meses más. La herida del amor propio continuaba sangrando. En crescendo iban la debilidad orgánica y la desgana de vivir. Visiones fúnebres y dolientes atormentaban sus noches. Hízose por cada día más huraño e inaccesible, abandonó casi enteramente la clientela y dejó de visitar a la indolente y vacilante Elvira, cuyo despego y frialdad le exasperaban... En esta deplorable disposición del ánimo escribió un libro de sentido terriblemente pesimista, intitulado "Las planchas de la Providencia", fruto de sus sombrías meditaciones. Tamaña obra, que venía a ser algo así como manifestación tardía y sistematizada del providencial derecho del pataleo, prodújole, a intervalos, algún consuelo. Gusta siempre al caído achacar al caballo las faltas del jinete. No critiquemos la injusticia. ¡Ella nos da fortaleza para persistir en las grandes empresas! ¡Es tan fácil...

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