El Niño de Guzmán: 10

Capítulo X 10 Pág. 10 de 13 El Niño de Guzmán Emilia Pardo Bazán Mauricio cree ver Mientras en el restaurant de Quebrantas pasaban estos lances poco verosímiles, en el Casino sucedía algo vulgar en la vida social, moneda corriente: un curioso arrimaba la mecha al montón de pólvora. Era Gonzalvo de los infinitos investigadores de afición, amigos de saber y oler. En nada se parecía su curiosidad a aquella generosa y casi santa que impulsa al hombre de ciencia, al sabio, a chamuscarse las cejas y secarse el meollo por alzar una punta del velo que cubre los arcanos de la naturaleza. Ni menos era la curiosidad despierta y semicientífica del dilettante literario, a quien interesan el arte, la historia y de rechazo, como documento, las costumbres. Lo más pernicioso de la curiosidad de Gonzalvo es que degeneraba en erotomanía. Pertenecía al número de los que por sistema «buscan la mujer» y no conciben que exista mujer ni hombre sin intriga o lío más...

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