El monaguillo: 4

El cura mandó a Miguel a la cerería por otras velas para las arañas y no encontró bastantes allí; entonces fue a su casa a decir a su tío el apuro en que se veía. -Yo no tengo aquí velas, ya lo sabes; le contestó bruscamente. Y el buen niño con esto se marchó tan tranquilo murmurando: -Gracias a Dios no ha sido él; que me perdone el mal juicio. Quitando velas de aquí y de allá, en la sacristía y en la iglesia, se reunieron las que hacían falta en las arañas y por la tarde, a las cuatro en punto, empezó la novena que resultó de lo mejor que se había hecho en aquella iglesia. El altar de la Virgen estaba muy bonito, pero a Miguel le parecía que la imagen le miraba con profunda tristeza y que el niño no se sonreía como otras veces. Mucho se habló en el pueblo de aquel robo audaz, pero fue imposible descubrir al autor de él que no había dejado el menor rastro de su paso por la iglesia. Entretanto a Miguel, aunque no había visto en su casa ninguna vela, se...

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