El monaguillo: 3

A la mañana siguiente los llamó el sacristán y Miguel se apresuró a ir a la iglesia, de la que abrió la puerta. Apenas volvió a ésta la espalda, un hombre se deslizó con sigilo desde el confesonario del cura párroco hasta la salida del templo, que franqueó sin ninguna dificultad. La plaza estaba desierta. El hombre se envolvió bien en su capa y se dirigió a la calle más próxima por la que desapareció rápidamente. Dos o tres viejas, que eran las más madrugadoras, entraron en la parroquia un cuarto de hora después de haberse abierto su puerta, atraídas por la campana que tocaba para la misa de seis. Lo primero que hicieron fue inspeccionarlo todo, para ver, por el número de velas y por el arreglo de la iglesia en general, la importancia de la novena que había de empezar aquella tarde. Estuvieron allí murmurando un rato; les parecía que aquello estaba muy pobre para dar las gracias por una merced tan señalada y que tanto dinero había de proporcionar a la que...

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