El lago

—¿Qué pasa contigo? —pregunta mamá y alza las cejas porque de nuevo traigo mojados los zapatos. “Estuve jugando en la orilla del lago”, pienso qué voy a decir pero mejor me quedo callado porque ella nunca lo ha visto y siempre que le digo eso se enfurece o se pone triste o me mira como uno ve cuando ya no tiene palabras para decir lo que quiere, y entonces ella alza los brazos y los detiene un momento junto a la cabeza y después los deja caer a los lados en un solo movimiento y me grita o me da un empellón. —No me di cuenta —digo, pues, aunque sé que es mentira y que eso no explica nada. Mamá me mira con los brazos cruzados, con los dientes apretados porque está mordiendo palabras que no quiere soltar. —Ayer fue lo mismo. ¡Todos los días —dice finalmente, como si eso fuera un argumento para algo y pasa frente a mí y se sienta a la mesa y comienza a revisar los papeles que trajo de su changarro, como ella dice cuando se ríe. Me gusta la risa de mamá....

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