El hombre (Arolas)
El hombre
de Juan Arolas
El ángel bueno, y el ángel malo
Es el hombre sin penas ni reveses,
antes de ver la luz que el mundo dora,
fruto amargo que agrava nueve meses
el seno maternal en donde mora.
Fruto de la mujer que poseída
de la fiebre de amor, que abrasa tanto,
lo compra con placer de corta vida,
que redime después con largo llanto.
Fruto, que al árbol mismo que lo cría
suele siempre abrumar de extraño modo;
sobre pensil muy breve de alegría,
de las dichas en flor fruto de lodo.
Cuando nace, deslústrase su rama,
pues se arranca de allí con pena dura:
¿Para tan triste afán la mujer ama?...
¡Oh maldición que arrastra la hermosura!
Nace, y apenas sale de su encierro,
da muestras de dolor con el vagido...
¿Conoce que este mundo es su destierro?
¿Teme cieno pisar, Ángel caído?
¿O le muerde tal vez fatiga interna,
que con voz de suspiro el labio nombra?
¿Serán quejas del alma que es eterna,
contra el cuerpo que pasa...
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