El heredero

Los hidalgos de Hannover son burros que no saben hablar más que de caballos. E. Heine, Pensamientos. Era un bergante. Cuando marchaba por la Plaza Mayor hacíase acompañar de paje y lanza para que rabiara el virrey. Sus prerrogativas no tenían límites y el muy desfatado hacía gala de ellas, multiplicándolas con arbitrariedades. Izaba en su casa el estandarte con sus armas; no se descubría ante el arzobispo; tenía una guardia privada; era su mayor delicia poner en aprietos a la Audiencia y casi todas las noches armaba camorra con los esbirros de la Acordada. Apenas, cuando en su presencia se pronunciaba el nombre del rey, destocábase ligeramente y éste era todo el acatamiento que prestaba a los hombres sobre la tierra. Pasaba la carroza del virrey y las gentes se inclinaban con reverencia, deteníanse los transeúntes, callaban todas las voces. Sólo él seguía imperturbable su camino, revolviendo la capa, haciendo sonar las espuelas, chocando la espada contra los...

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