El Grande Oriente : 4

El Grande Oriente : 4 de Benito Pérez Galdós Halló Monsalud al Sr. Gil de la Cuadra en un gabinete estrecho, donde tenía cama y mesa de escribir. Estaba el taciturno sentado en un viejo sillón, donde se hundía su flaco y miserable cuerpo, y todo en él revelaba perniciosa mezcla de abatimiento y exaltación, cual si su espíritu aumentase en actividad y la perdiera a toda prisa el cuerpo, reclamando el final descanso de la sepultura. Sus ojos brillaban, moviéndose en los irritados huecos, y con vaguedad calenturienta y voluble fijábanse en todos los objetos. Movía la cabeza y los brazos sin descanso, asemejándose su inquietud a tentativas de acciones concebidas rápidamente y desechadas antes de la realización. Cada segundo determinaba en aquella alma llena de zozobra un nuevo proyecto, un nuevo plan, un nuevo deseo. Las luchas de insomnio le conmovían, pugilato horrendo que el alma sostiene consigo misma...

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