El final de Norma: Segunda parte: Capítulo IV

El final de Norma Capítulo IV: De cómo un vino puso claro lo que otro vino puso turbio de Pedro Antonio de Alarcón A la caída de la tarde de aquel día, Serafín arregló sus vestidos, encerró el violín en una maleta y abandonó su cámara. Cuando apareció sobre cubierta, ya era casi de noche. Los marineros fumaban, como siempre, hablando en su incomprensible idioma. Serafín se dirigió con paso firme hacia la escotilla que conducía a la cámara del Capitán. Bajó la escalera, y tropezó con una especie de garita, ocupada por el más rubio y más enano de los enanos rubios que componían la tripulación, el cual se levantó a estorbarle el paso. Nuestro joven se detuvo, e hizo señas de que quería ver al Capitán. Saludó el enano y penetró en la cámara. Pocos momentos después se abrió de nuevo la puerta y apareció Rurico de Cálix. -¡Oh!... ¡mi amigo! -exclamó al ver a Serafín- ¿Queréis hablarme? -Vamos a vuestra cámara. El músico extrañó aquel...

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