El fin del círculo

...los hombres están tan tristes que tienen necesidad de ser humillados por alguien. Roberto Arlt, Los siete locos La luz del sol atravesaba las cortinas de tul, dándole al aposento un tono rojizo. Edmundo paseaba con desgano un trapo sobre las mesitas, sobre la madera de los muebles de un danés cursi y pasado de moda. Después se entretuvo limpiando meticulosamente un paisaje marino al óleo, que colgaba en el centro de la pared principal de la sala. Eran las cinco de la tarde; a las siete debía correr las cortinas oscuras en esa habitación, en la de junto y en los cuartos del piso superior, donde andaba ahorita la Negra cambiando sábanas, barriendo pisos, moviendo muebles, trajinando de manera que el ruido le hiciera saber a él, a Edmundo, que trabajaba, que se movía afanosa, que estaba viva. Pero a él bien poco le importaba lo que hiciese la Negra; por su parte, podía tirarse en una cama, estándose allí toda la tarde, hasta que llegara doña Jesusa y con sus gritos...

Este sitio web utiliza cookies, propias y de terceros con la finalidad de obtener información estadística en base a los datos de navegación. Si continúa navegando, se entiende que acepta su uso y en caso de no aceptar su instalación deberá visitar el apartado de información, donde le explicamos la forma de eliminarlas o rechazarlas.
Aceptar | Más información