El conde de Montecristo: 5-07

El conde de MontecristoQuinta parte: La mano de DiosCapítulo 7 de Alejandro Dumas Capítulo séptimoLa madre y el hijo Montecristo saludó a los cinco jóvenes con una sonrisa llena de melancolía y dignidad, y montó en su coche con Maximiliano y Manuel. Alberto, Beauchamp y Chateau-Renaud quedaron solos en el cameo. El joven dirigió a sus dos testigos una tímida mirada, que parecía pedirles su parecer sobre lo que acababa de ocurrir. -Por vida mía, mi querido amigo -dijo Beauchamp el primero, sea que tuviese más sensibilidad o menos disimulo-, permitidme que os felicite; he aquí un magnífico fin para una desagradable aventura. Alberto permaneció silencioso, y como concentrado en su pensamiento. Chateau-Renaud se contentó con dar en su bota con su flexible bastón. -¿No nos vamos? -dijo después de un instante de silencio. -Cuando gustéis -dijo Beauchamp-, dejadme solamente el tiempo necesario para cumplimentar al señor de Morcef, que ha dado pruebas hoy de una...

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