El comendador Mendoza: 16

Capítulo XV 16 Pág. 16 de 31 El comendador Mendoza Juan Valera Al volver aquella noche a la ciudad, el Comendador tuvo que sufrir un interrogatorio en regla de su sobrina, que era la muchacha más curiosa y preguntona de toda la comarca. Tenía además un estilo de preguntar, afirmando ya lo mismo de que anhelaba cerciorarse, que hacía ineficaz la doctrina del P. Jacinto de callar la verdad sin decir la mentira. O había que mentir o había que declarar: no quedaba término medio. -Tío -dijo Lucía apenas le vio a solas-, V. ha estado en Villabermeja. -Sí... he estado. -¿A qué ha ido V. por allí? ¡Si le traerán a usted entusiasmado los divinos ojos de Nicolasa! -No conozco a esa Nicolasa. -¿Que no la conoce V.?... ¡Bah!... ¿Quién no conoce a Nicolasa? Es un prodigio de bonita. Muchos hidalgos y ricachos la han pretendido ya. -Pues yo no me cuento en ese número. Te repito que no la conozco. -Calle V., tío... ¿Cómo quiere V. hacerme creer que no...

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