El cisne de Vilamorta: 20

Capítulo XIX 20 Pág. 20 de 29 El cisne de Vilamorta Emilia Pardo Bazán Respiró Nieves. Estaba... así... como aturdida. Sacudió las muñecas, doloridas por la presión de los dedos de Segundo, y se compuso el pelo, mojado de rocío y revuelto con el roce del ramaje. ¿Qué había dicho, señor?... Cualquier cosa, para salir de tan grave aprieto... Ella se tenía la culpa, por apartarse de la gente y esconderse en un punto retirado... Y, con ese deseo de dar publicidad a los actos indiferentes, que acomete a las personas cuando tienen que ocultar algo, gritó llamando a todo el mundo: -¡Teresa! ¡Elvira! ¡Carmen! ¡Carmen! -¿Dónde está? ¡Nieves! ¡Nieves! ¡Nieves! -respondieron desde varios sitios. -Aquí... junto al limonero grande... ¡Ya voy! Cuando entraron en la casa, Nieves, más serena, recapacitaba y se asombraba de sí misma. ¡Decirle a Segundo que sí! Ello había salido medio a la fuerza; pero al cabo, había salido de su boca. ¡Qué...

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