El cisne de Vilamorta: 11

Capítulo X 11 Pág. 11 de 29 El cisne de Vilamorta Emilia Pardo Bazán Sentáronse en la sala, cerca del balcón, en dos mecedoras traídas de Orense. Del huerto y de las viñas subía una tranquilidad perezosa, un silencio tan absoluto, que podía oír se el choque mate de las pavías maduras al desprenderse de la rama y dar en la tierra seca. Olores a fruta y a miel entraban por el balcón entreabierto. Por la casa no rebullía nadie. -¿Una breva de recibo? -Mil gracias... Restalló el fósforo, y Segundo se meció imitando a don Victoriano. El cadencioso balanceo de las mecedoras, la soñolienta paz del sitio, todo convidaba a importante y confidencial diálogo. -¿Y usted qué se hace, vamos a ver, por Vilamorta? Es usted abogado, ¿no es eso? Tengo idea de que se propone usted su ceder a su padre, una persona tan inteligente... Segundo vio propicio el momento. La voluta de humo del cigarro le velaba los ojos con suave niebla, predisponiéndole a la...

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