El cínico: 03

Capítulo III 03 Pág. 03 de 06 El cínico- Primera parte Felipe Trigo Se había quedado yerta, de pie, en una petrificada actitud como para ir también a escapar, y contemplando alrededor suyo este gabinete de frívola elegancia. Gerardo, sin haberse movido de su sitio, dejó que ella libremente recogiese la íntegra impresión de su abandono, en los espejos, en las flores, en las luces de insolente claridad..., en la rufianesca burla que eran asimismo, de frac y corbata blanca, junto a la indefensa contra quien todo concitábase a la trampa y al escarnio, él y el camarero. Mas sí, sí... «¡esto la vida!»; y él lo aceptó; y él invitó... luego de calculado el tiempo arteramente: -Siéntese, Mavi. La vio pasar desde la rígida quietud a una nerviosa indecisión de confusiones. -¡Ah!... Es... que... -¡Sirve! -le indicó Gerardo al otro diplomático de bandeja y de patillas, que aguardaba imperturbable. Fue servido un plato, luego otro. -¿Quiere más la...

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