El castigo de la miseria: 2

none Pág. 2 de 5 El castigo de la miseria María de Zayas y Sotomayor No me atreveré a determinar en qué halló nuestro don Marcos más gusto, si en las empanadas y hermosas tortadas, lo uno picante y lo otro dulce, si en el sabroso pernil y fruta fresca y gustosa, acompañado todo con el licor del santo, remedio de los pobres, que a fuerza de brazos estaba vertiendo hielo, siendo ello mismo fuego, que por eso llamaba un su aficionado a las cantimploras, remedio contra el fuego; o en la dulce voz de Marcela, porque al son de su letra él no hacía sino comer, tan regalado de doña Isidora y de Agustinico, que no lo pudiera ser más si él fuera el Rey, porque si en la voz hallaba gusto para los oídos, en la merienda recreo para su estómago, tan ayuno de regalos como de sustento. Regalaba también doña Isidora a don Agustín, sin que don Marcos, como poco escrupuloso reparase en nada más de sacar de mal año sus tripas, porque creo sin levantarle testimonio, que...

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