El amigo Manso: 36
El amigo Manso Capítulo XXXVI
de Benito Pérez Galdós
Capítulo XXXVI - ¡Esta es la mía!
Los segundos que tardó en aparecer en la sala, ¡cómo se deslizaron pavorosos!... Entró, y al verme... No, jamás ha sufrido un hombre desconcierto semejante. Yo me sentí fuerte y dueño de mis facultades para operar con ellas como me conviniera... Mereciera o no la mosquita muerta mi ardiente defensa, ¿qué me importaba? Yo, caballero del bien, me disponía a dar una batalla a su enemigo, que era también el mío. A la carga, pues, y luego veríamos.
La sorpresa pudo en José más que la turbación, y se le escapó decirme:
«¿Qué demonios buscas aquí?».
Advertí en él esfuerzos inauditos para poner concierto en sus ideas, disimular su cogida y cubrir el flanco de su amor propio:
«¡Ah! -exclamó fingiéndose asombrado-. ¡Qué casualidad! Los dos venimos de visita... nos encontramos... Es verdad; te dije que pensaba venir».
Y el tunante no caía en la cuenta de que no nos...
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