Dos poemas de Funerales

I (15) Pides que me levante. No podré. Tengo las manos y los pies raídos y un féretro de pino por encierro. Lo sé, lo sé, las puertas de la casa ya no sirven, igual que las ventanas; es preciso pintar los cuatro muros, cortar la yerba que se arremolina; hace falta dinero para todo. Y sé también que mi mujer me llama cuando gimen los huérfanos o no se portan bien. Pero se me han podrido las pupilas, los dedos, vastas porciones de mi cuerpo, y pronto perderé lo demás. Mejor harías si dijeras a los parientes más cercanos que me sueñen, me traigan en su sangre y rieguen el ciprés que estás mirando, una vez por semana cuando menos. Tarde o temprano, necesariamente vendrá la primavera; querré sentirlo, cómo crece, cómo van sus raíces absorbiendo muertes para ayudarme a renacer un día entre nuevos retoños y perfumes, desnudo de mi carne y de mis huesos. ¤ ¤ ¤ ¤ ¤ ¤ II (16) Si los húmedos ojos consiguieran lavar los males que sin...

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