Doña Perfecta : 8

Doña PerfectaCapítulo VIII A toda prisa de Benito Pérez Galdós Poco después la escena había cambiado. Don Cayetano, encontrando descanso a sus sublimes tareas en un dulce sueño que de él se amparó, dormía blandamente en un sillón del comedor. Doña Perfecta andaba por la casa tras sus quehaceres. Rosarito, sentándose junto a una de las vidrieras que a la huerta se abrían, miró a su primo, diciéndole con la muda oratoria de los ojos: -Primo, siéntate aquí junto a mí, y dime todo eso que tienes que decirme. Pepe Rey, aunque matemático, lo comprendió. -Querida prima -dijo Pepe-, ¡cuánto te habrás aburrido hoy con nuestras disputas! Bien sabe Dios que por mi gusto no habría pedanteado como viste; pero el señor canónigo tiene la culpa... ¿Sabes que me parece singular ese señor sacerdote?... -¡Es una persona excelente! -repuso Rosarito, demostrando el gozo...

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